VII Domingo de Pascua: Solemnidad de la Ascensión del Señor

En este artículo, exploraremos la importancia y el significado de la Solemnidad de la Ascensión del Señor, celebrada el VII Domingo de Pascua. Analizaremos cómo este evento, que ocurre cuarenta días después de la resurrección de Jesús, marca un momento crucial en la historia cristiana, no solo como el cierre del ciclo redentor de Cristo, sino también como el inicio de una nueva misión para sus seguidores.

Abordaremos las lecturas bíblicas correspondientes a esta solemnidad, comenzando con la narración de los Hechos de los Apóstoles, donde Jesús promete el envío del Espíritu Santo antes de ascender al cielo. También examinaremos el Evangelio de San Marcos, que refuerza la misión de los discípulos de ser testigos de Cristo en todo el mundo, destacando la importancia de la fe y el bautismo para la salvación.

Finalmente, reflexionaremos sobre el llamado que la Ascensión hace a los cristianos de hoy: predicar el Evangelio y vivir su fe de manera activa y comprometida en el mundo, confiando en la guía y fortaleza del Espíritu Santo.

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Índice

Significado de la Ascensión del Señor

La Ascensión del Señor es un evento de profunda significación teológica y espiritual en la vida cristiana. Este acontecimiento, que se celebra cuarenta días después de la Resurrección, marca el momento en que Jesús, habiendo completado su misión redentora en la tierra, es elevado al cielo en presencia de sus discípulos. La Ascensión no representa un abandono, sino una transición hacia una nueva forma de presencia. Jesús promete enviar el Espíritu Santo, quien guiará y fortalecerá a sus seguidores en su misión de ser testigos del Evangelio en todo el mundo.

Este evento también subraya la glorificación de Jesús, quien, después de haber sufrido y resucitado, es exaltado a la derecha del Padre. La Ascensión confirma la divinidad de Cristo y su señorío sobre toda la creación. Al ascender, Jesús abre el camino para que la humanidad pueda seguirlo y participar en la vida eterna. Es un recordatorio de la esperanza cristiana en la resurrección y la vida futura con Dios.

Además, la Ascensión del Señor tiene un profundo impacto en la misión de la Iglesia. Los discípulos, al presenciar la ascensión, reciben el mandato de ir y hacer discípulos de todas las naciones. Este llamado a la evangelización es una tarea continua para todos los cristianos, quienes, fortalecidos por el Espíritu Santo, están llamados a vivir y proclamar el mensaje de salvación en sus vidas cotidianas. La Ascensión, por tanto, no solo celebra la glorificación de Cristo, sino que también impulsa a la Iglesia a ser activa y dinámica en su misión evangelizadora.

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Contexto bíblico: Hechos de los Apóstoles

El libro de los Hechos de los Apóstoles, escrito por San Lucas, es una continuación de su Evangelio y narra los primeros años de la Iglesia primitiva. En el primer capítulo, Lucas describe la Ascensión del Señor, un evento crucial que marca la transición del ministerio terrenal de Jesús a la misión de la Iglesia. Jesús, después de resucitar, se apareció a sus discípulos durante cuarenta días, enseñándoles sobre el Reino de Dios y preparándolos para su partida definitiva.

Antes de ascender al cielo, Jesús les da una última instrucción: "No se alejen de Jerusalén, sino esperen la promesa del Padre, de la cual me han oído hablar" (Hechos 1:4). Esta promesa se refiere al Espíritu Santo, quien descenderá sobre ellos en Pentecostés, capacitándolos para ser sus testigos "en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra" (Hechos 1:8). La Ascensión, por tanto, no es un final, sino el comienzo de una nueva etapa en la que los discípulos, empoderados por el Espíritu Santo, llevarán el mensaje de salvación a todas las naciones.

La narración de la Ascensión en Hechos subraya la continuidad del plan divino. Jesús es elevado al cielo ante los ojos de sus discípulos, y dos hombres vestidos de blanco les aseguran que Él volverá de la misma manera en que lo han visto irse (Hechos 1:10-11). Este evento no solo confirma la glorificación de Jesús, sino que también establece una esperanza escatológica para la Iglesia: la certeza de su regreso. Mientras tanto, los discípulos están llamados a vivir y predicar el Evangelio, confiando en la guía y el poder del Espíritu Santo.

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La promesa del Espíritu Santo

Antes de ascender al cielo, Jesús se reunió con sus discípulos y les hizo una promesa que cambiaría el curso de sus vidas y de la historia de la Iglesia. Les dijo: "Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría, y hasta los confines de la tierra" (Hechos 1:8). Esta promesa no solo les aseguraba la presencia continua de Jesús a través del Espíritu Santo, sino que también les confería una misión clara y universal: ser testigos de su vida, muerte y resurrección.

La promesa del Espíritu Santo es un elemento central en la Solemnidad de la Ascensión del Señor. No se trata simplemente de un adiós, sino de una transición hacia una nueva forma de presencia divina. Jesús, al ascender, no abandona a sus seguidores; más bien, les prepara para recibir una fuerza que les permitirá llevar a cabo la misión que les ha encomendado. Esta fuerza, el Espíritu Santo, es la que les dará el valor y la sabiduría necesarios para predicar el Evangelio y realizar milagros en su nombre.

La espera del Espíritu Santo también es un tiempo de preparación y esperanza. Los discípulos, aunque tristes por la partida física de Jesús, se llenan de expectativa y se reúnen en oración constante, aguardando el cumplimiento de la promesa. Este tiempo de espera es un recordatorio para todos los cristianos de la importancia de la oración y la comunidad en la vida de fe. La Ascensión, por tanto, no es solo un evento histórico, sino una invitación a vivir en la esperanza y en la certeza de que el Espíritu Santo nos guía y nos fortalece en nuestra misión diaria.

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La misión de los discípulos

La misión de los discípulos, tal como se narra en los Hechos de los Apóstoles y en el Evangelio de San Marcos, es un llamado a ser testigos de Jesús en todo el mundo. Antes de ascender al cielo, Jesús promete a sus seguidores el envío del Espíritu Santo, quien les dará la fuerza y la sabiduría necesarias para llevar a cabo esta misión. Este mandato no es solo una tarea, sino una vocación que define la identidad de los discípulos y, por extensión, de todos los cristianos.

En el Evangelio de San Marcos, Jesús instruye a sus discípulos a ir por todo el mundo y predicar el Evangelio a toda criatura. Aquellos que crean y se bauticen se salvarán, y en su nombre, realizarán milagros y prodigios. Esta promesa de poder y protección divina subraya la importancia de la fe y el bautismo como medios de salvación y como herramientas para la misión evangelizadora.

La Ascensión del Señor, por lo tanto, no es un final, sino un nuevo comienzo. Es el momento en que Jesús confía a sus discípulos la continuación de su obra redentora. Con la promesa del Espíritu Santo, los discípulos no están solos; están equipados y enviados a transformar el mundo con el mensaje de amor, esperanza y salvación que Jesús les ha enseñado.

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Reflexión sobre el Evangelio de San Marcos

En el Evangelio de San Marcos, la Ascensión del Señor se presenta como un momento culminante en la misión de Jesús. Después de su resurrección, Jesús se aparece a sus discípulos y les encomienda una tarea fundamental: "Id por todo el mundo y proclamad el Evangelio a toda criatura" (Marcos 16:15). Esta misión no es solo una instrucción, sino una invitación a participar en la obra redentora de Cristo, llevando su mensaje de salvación a todos los rincones de la tierra.

La promesa de Jesús de que "quienes crean y se bauticen se salvarán" (Marcos 16:16) subraya la importancia de la fe y el bautismo como medios de salvación. No se trata solo de una creencia intelectual, sino de una fe viva y activa que transforma la vida de los creyentes. Además, Jesús asegura que aquellos que sigan su camino realizarán milagros en su nombre, como señales de la presencia continua del Reino de Dios en el mundo.

La Ascensión no marca el final de la presencia de Jesús entre sus seguidores, sino una nueva forma de presencia. Al ascender al cielo, Jesús no se aleja de nosotros, sino que nos envía el Espíritu Santo para guiarnos y fortalecernos en nuestra misión. Esta promesa del Espíritu Santo es un recordatorio de que no estamos solos en nuestra tarea de evangelización; contamos con la ayuda divina para llevar a cabo la misión encomendada.

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El Evangelio de San Marcos nos llama a ser testigos activos de la fe, a proclamar el Evangelio con valentía y a confiar en la presencia y el poder del Espíritu Santo en nuestras vidas. La Ascensión del Señor es una invitación a mirar hacia el cielo con esperanza, sabiendo que nuestra misión en la tierra tiene un propósito divino y eterno.

La Ascensión en la tradición cristiana

La Ascensión del Señor es un evento central en la tradición cristiana, celebrado cuarenta días después de la Resurrección de Jesús. Este acontecimiento no solo marca el final de la presencia física de Jesús en la tierra, sino que también inaugura una nueva etapa en la historia de la salvación. Según los Hechos de los Apóstoles, Jesús se reunió con sus discípulos y les prometió el envío del Espíritu Santo antes de ser elevado al cielo. Este acto de ascensión no es un abandono, sino una transición que permite a los seguidores de Cristo recibir el Espíritu Santo, quien los guiará y fortalecerá en su misión evangelizadora.

La solemnidad de la Ascensión subraya la glorificación de Jesús y su entronización a la derecha del Padre. En la tradición cristiana, este evento es visto como la culminación del misterio pascual, que incluye la pasión, muerte, resurrección y ascensión de Jesús. La Ascensión es, por tanto, un momento de esperanza y promesa para los creyentes, ya que anticipa la venida del Espíritu Santo en Pentecostés y reafirma la misión de la Iglesia de ser testigo del Evangelio en todo el mundo.

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El Evangelio de San Marcos complementa esta visión al destacar la misión encomendada a los discípulos: "Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación" (Marcos 16:15). Este mandato misionero es una llamada a la acción para todos los cristianos, invitándolos a vivir su fe de manera activa y a ser portadores de la esperanza y el amor de Cristo en sus comunidades y más allá. La Ascensión, por tanto, no es solo un evento histórico, sino una realidad espiritual que impulsa a la Iglesia a continuar la obra de Jesús en el mundo.

Celebraciones litúrgicas y costumbres

La Solemnidad de la Ascensión del Señor se celebra con gran solemnidad en la liturgia de la Iglesia. Durante la Misa, se proclaman lecturas que narran la ascensión de Jesús al cielo y su mandato a los discípulos de ser sus testigos en todo el mundo. La primera lectura, tomada de los Hechos de los Apóstoles, y el Evangelio, que puede ser de San Marcos o San Lucas, son centrales en esta celebración. El sacerdote, revestido con ornamentos blancos, símbolo de alegría y gloria, invita a la comunidad a reflexionar sobre la misión evangelizadora que Jesús confió a sus seguidores.

En muchas parroquias, es costumbre realizar procesiones y actos de adoración al Santísimo Sacramento, recordando la promesa de Jesús de estar siempre presente con su pueblo. Algunas comunidades también organizan vigilias de oración y adoración, pidiendo la venida del Espíritu Santo, en preparación para la fiesta de Pentecostés que se celebra diez días después.

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En algunas regiones, la Ascensión se celebra con tradiciones populares que varían según la cultura local. Por ejemplo, en ciertos lugares, se lanzan flores al aire durante la procesión, simbolizando la ascensión de Jesús al cielo. En otros, se encienden hogueras o se realizan representaciones teatrales del evento, involucrando a la comunidad en una celebración más vivencial y participativa. Estas costumbres enriquecen la vivencia de la fe y ayudan a los fieles a conectar de manera más profunda con el misterio de la Ascensión.

Importancia para la vida cristiana

La Solemnidad de la Ascensión del Señor tiene una profunda importancia para la vida cristiana, ya que marca el momento en que Jesús, habiendo cumplido su misión redentora en la tierra, asciende al cielo y se sienta a la derecha del Padre. Este evento no solo confirma la divinidad de Cristo, sino que también abre un nuevo capítulo en la historia de la salvación, en el que los creyentes están llamados a continuar la obra de Jesús en el mundo.

La Ascensión nos recuerda que, aunque Jesús ya no está físicamente presente entre nosotros, su presencia espiritual sigue viva a través del Espíritu Santo. Esta promesa del Espíritu Santo, que se cumple en Pentecostés, es fundamental para la vida cristiana, ya que es el Espíritu quien guía, fortalece y consuela a los creyentes en su caminar diario. La misión de ser testigos de Cristo en todo el mundo, encomendada a los discípulos, se extiende a todos los cristianos, invitándolos a vivir y proclamar el Evangelio con valentía y amor.

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Además, la Ascensión subraya la esperanza cristiana en la vida eterna. Al ascender al cielo, Jesús nos muestra el destino final de todos los que creen en Él: la unión eterna con Dios. Esta esperanza es un ancla firme para los cristianos, especialmente en tiempos de dificultad y sufrimiento, recordándoles que su verdadera patria está en el cielo y que están llamados a vivir de manera que refleje esta realidad trascendental.

Conclusión

La Solemnidad de la Ascensión del Señor no solo marca un momento crucial en la historia de la salvación, sino que también ofrece una profunda reflexión sobre la misión y el propósito de la vida cristiana. Al ascender al cielo, Jesús no abandona a sus seguidores, sino que les confía una tarea monumental: ser sus testigos en todo el mundo. Esta misión, respaldada por la promesa del Espíritu Santo, es un llamado a cada cristiano a vivir su fe de manera activa y comprometida.

La Ascensión nos recuerda que la obra de Jesús continúa a través de nosotros. Nos invita a mirar más allá de nuestras limitaciones y a confiar en la guía del Espíritu Santo para llevar el mensaje de amor, esperanza y redención a todos los rincones de la tierra. Es un recordatorio de que, aunque Jesús no está físicamente presente, su espíritu vive en cada uno de nosotros, impulsándonos a ser agentes de cambio y testigos de su amor.

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En este tiempo de celebración, renovemos nuestro compromiso con la misión que Jesús nos ha encomendado. Que la Ascensión del Señor inspire en nosotros un renovado fervor por el Evangelio y una profunda confianza en la presencia constante del Espíritu Santo en nuestras vidas. Al hacerlo, no solo honramos el legado de Jesús, sino que también contribuimos a la construcción de un mundo más justo y amoroso, reflejando el reino de Dios aquí en la tierra.

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